No se qué fue más educativo para mí, si enfrentar el hecho de la muerte o acompañar la
etapa previa a esa transición. Al tener que enfrentar casi simultáneamente dos
situaciones parecidas, pero fundamentalmente opuestas, de dos seres en ese camino
hacia?fue como encontrarme con un maestro más en esta vida. Uno de ellos, con todas las
limitaciones que impone una accidente cerebro vascular a los 90 años, y otro, con las
limitaciones que impone una gran depresión con su implicancia emocional, síquica-física
y espiritual post-retiro a la vida pasiva (jubilación institucional).
El primer ser, aferrado a todo hilo de conexión con la vida, con el ambiente, con los
demás seres. El otro, cortando cada vez más los hilos hasta aislarse trágicamente en la
negatividad total.
Con el primero fue aprender que mientras hay energía hay estímulo y respuesta con el
otro, que cuando la energía se retira el estímulo ya no provoca respuesta. Pero ¿qué
mecanismo se desarrolla en uno y en otro ser? ¿Qué se elabora, aún con la inconciencia
que se podía percibir en ambos? Seguramente que algún campo activo de aprendizaje y
servicio? sino ¿para qué tanta lucha en uno y en otro sentido? Son interrogantes que aún
esperan respuesta.
Al concluir ambos procesos, la muerte sigue siendo la misma figura: liberación o, al
decir del Maestro Tibetano: ?liberación del Alma de los obstáculos del vehículo carnal?.
En ambos no sentí desgarramiento de la vida sino la continuidad hacia un estado más
pleno de la misma, resultado de la voluntad del Alma. No me desagrada pensar en la
muerte, no es morbosidad sino simpleza. Si pensamos que la muerte es una de las
actividades que más hemos practicado comprenderíamos que es un proceso de conciencia;
¿la actividad cesa al retirarse la energía? Queda el cuerpo vacío, pero una miríada de
vidas comienzan a desarrollar otros procesos de la materia y de la vida misma. La
conciencia permanece pero sin el mecanismo con el cual hacer contacto en el plano físico
para expresar sentimientos, pensamientos y relaciones, sin embargo, la energía sigue su
actividad hasta una nueva manifestación física, una nueva oportunidad.
En un caso pude ver el paso buscado hacia ese nuevo estado, fue el que más hilos
conectores conservó y más se empeñó en utilizar la energía que le era lentamente
retirada a fin de mantener activos los vínculos afectivos de los seres que lo rodeaban,
había apego y, sin embargo, hubo liberación. En el otro pude sentir que ya no había
energía conciente ni hilo conector activo, solo una actividad residual que lentamente
expiró: la casa estaba vacía, hubo liberación igualmente. El primero fue la tía de mi
esposo que estuvo a nuestro cuidado, el otro fue mi madre.
Como siempre, los grandes cuestionamientos aguardan respuestas y nuestra búsqueda
continúa. ¿Podremos algún día desprendernos de nuestro obstáculo físico y llegar
concientes y con alegría a tan esperado y normal proceso? Que la mente quede libre de
ideas establecidas, de evidencias no muy seguras, de ritos, apegos y que, al decir de
los grandes Maestros ?la muerte deje de ser lo único que no podamos controlar y que nos
vence inevitablemente?, y comencemos a controlar nuestra propia transición al más allá
comprendiendo algo más de esta técnica de la vida misma.
Escrito por Claudia Zamudio. Hohenau II, Paraguay. Año 2008

|